29 jul 2013

Reflexiones

Soy una persona que a veces se me puede meter una idea entre ceja y ceja y entonces me cuesta muchísimo moverme de ella y cambiar de opinión. Creo que es algo inherente a nuestra especie, y por eso al discutir intento siempre ponerme en el lugar de la otra persona o del otro punto de vista, y tratar de ver si no seré yo el que está equivocado. Requiere esfuerzo y es como nadar contracorriente con el propio cerebro, y a veces significa tener que admitir que uno está equivocado.

Por eso me molesta mucho y me desalienta encontrarme con gente (y diría que cada vez más) que no hace ese esfuerzo, que ni se lo plantea siquiera, que se cierra en banda automáticamente y que descarta cualquier esfuerzo y argumentación que les presentes, incluso cuando les quedaría claro que están equivocándose a poco que quisieran escucharte. Entiendo que cuanto más mayor se hace una persona, más pueda costar cambiar la manera de pensar, ¡pero es que no hablo de gente mayor!

En momentos así, no me extraña que a veces las cosas vayan tan mal en tantos niveles: parece que la gente se crea en el centro de todo, que cada vez escuche menos a los demás, y que cuando escucha sencillamente dejan que les resbale lo que oyen si no les interesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario