20 dic 2013

El Hundimiento

Hoy, mientras la policía terminaba un registro de casi catorce horas en la sede del PP de Madrid hallando evidencias más que razonables de una contabilidad en ''B'' llevada con dinero negro, el gobierno de este mismo partido aprobaba casi con nocturnidad y alevosía, en penúltima si no la última sesión del gobierno este año, la reforma de la ley del aborto.

Si hasta ahora una mujer embarazada tenía derecho a abortar libremente durante las 14 primeras semanas, y más allá en caso de malformación del feto o riesgo para la vida de la madre o del feto o de ambos, ahora el único motivo válido para abortar será haber sido violada. Cualquier otro motivo deberá ser examinado por una sesuda comisión gubernamental de caras largas, más que probables prejuicios religiosos, moralinas varias, y una auténtica enciclopedia de derechos de la mujer camuflando prohibiciones retrógradas, de los autores de ''conducir perjudica la fertilidad femenina'' o ''llevar el burka protege'' o ''te vamos a lapidar si te violan porque fuiste provocando''. O eso, o irse al extranjero a abortar si tienes medios, o buscarte la vida con ''remedios'' de dudosa fiabilidad y las más de las veces de terribles consecuencias.

España ha retrocedido en una hora, veintiocho años. 
Casi tres décadas.  
Un siglo.

Y lo pongo en negrita, cursiva, subrayado y marcador verde. 
PARA QUE SE VEA.
PARA QUE NOS DUELA.

Porque hoy el PP de Mariano Rajoy, con Alberto Ruiz Gallardón como artífice de esta ley, nos ha retrotraído a una situación pretérita, un lejano 1985 del siglo XX, en que la democracia aún olía a nueva, la constitución tenía aún la tinta fresca en sus páginas y la capa de pintura democrática que se habían echado los ministros Franquistas y sus simpatizantes aún pegaba al tacto y ponía ''no tocar, mancha''.

¿Qué nos queda?

¿Libertad de expresión? Para el que pueda pagarla o envíe un burofax pidiendo autorización.
¿Estado del bienestar? Ha sido descuartizado y enterrado para siempre con la excusa de la crisis.
¿Democracia? Secuestrada o muerta. El PP usa la mayoría absoluta para hacer su Santa voluntad.
¿Dignidad? Tal vez, por ahí perdida, impotente, gritando atrapada en las redes sociales.

El otro día hablaba de la consulta catalana. A la vista del rumbo que ha tomado mi país, el nulo resultado de las tímidas protestas, y que en cualquier otro país democrático el gobierno ya habría dimitido si les entra la policía a registrar la sede... por catorce horas... encontrando cosas... pues ¿qué queréis que os diga? ¿Soy el único que ahora mismo tiene una sensación de pérdida, de opresión, de hundimiento, de desastre inminente, de sálvese quien pueda, de poner pies en polvorosa y alejarme de semejante disparate, de tanto despropósito, de tamaño esperpento? ¿Soy un incomprendido si digo que de ser hoy la votación independentista en mi Comunidad Autónoma, lo tendría más que clarísimo? Pues le pese a quien le pese, y sintiéndolo mucho, no encuentro otra salida y me niego a ver qué otras tropelías podrán acometerse en estos dos años que quedan de legislatura con mayoría absoluta y despótica del PP... 

Sí y sí.
Hoy lo tengo clarísimo y no creo que vaya a encontrar razones para volver a pensar lo contrario.

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