Llevo unos días con ganas de decir algo sobre ese brote de sarampión iniciado en un parque Disney de Estados Unidos. Quizá sirva para darle un empuje al blog o no, en todo caso ahí va.
Se supone que el sarampión estaba erradicado porque desde la década de los 80 del siglo pasado hay una vacuna muy efectiva que evita el contagio y los casos habían llegado casi a cero. Pero este brote aparece ahora como resultado de que muchas familias hayan decidido no vacunar a sus hijos, de manera que desde ese momento a esta parte, cada vez ha habido más niños no vacunados en el mismo ambiente, con lo que las posibilidades de contagio y transmisión han ido aumentando hasta que ha ocurrido lo que ha ocurrido: un brote, que ha afectado a los que no estaban vacunados y, de rebote, a los que estaban vacunados pero entran en ese pequeño porcentaje que no es eficaz. Por lo tanto, doble riesgo: a medida que hay cada vez menos vacunaciones, tanto más débil se hace el paraguas colectivo que impide a la enfermedad parasitar en alguien; y en el momento que contagia a alguien y ese alguien está en un entorno de más gente sin vacunar... bueno, pues es cuando hablamos de brote, de epidemia, y nos echamos las manos a la cabeza cuando resulta que el sarampión puede resultar mortal y/o acarrear secuelas importantes y severas.
Parece mentira que con toda la ciencia que tenemos, toda la sabiduría, todo el conocimiento sobre cómo se transmiten las enfermedades y cómo atacan y se reproducen, a día de hoy siga habiendo gente temerosa de todo ello, que prefiera pensar equivocadamente y llevar al mismo error a todo el que quiera seguirlo que simplemente hacer caso de su médico, autoridad máxima en salud por encima de creencias religiosas o convicciones personales.
"Si conectas las ronchas se lee 'Mis padres son idiotas.' ''
Dejo el artículo que ha dado pie a esta reflexión.
http://www.microsiervos.com/archivo/ciencia/sarampion-vacunas-y-padres-idiotas.html